domingo, 15 de diciembre de 2013

El Estado de la ciudad: Preguntas sobre la pregunta



Antonio Santamaría
es traducción, el original en catalán

La formulación de las preguntas sobre el derecho de autodeterminación y la fecha de la consulta han marcado un punto de inflexión en el proceso soberanista iniciado con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto. Aquí se analizan sus contradicciones y los posibles escenarios políticos.

Coincidiendo con el simposio España contra Cataluña, un ejemplo de manual de la manipulación de la historia típica de los nacionalismos, se presentó con la solemnidad de los grandes acontecimientos históricos la fecha y la pregunta de la consulta sobre la autodeterminación de Cataluña. Si fuera cierta la maniquea tesis del simposio, ¿como se explica el apoyo que la Liga Regionalista de Francesc Cambó dio a los golpes de estado de los generales Primo de Rivera y Franco?

La decisión de formular la pregunta y la fecha de la consulta ha sido determinada por las amenazas de ERC de no apoyar en los presupuestos de la Generalitat precipitando unas elecciones avanzadas donde CiU se hubiera enfrentado a una previsible derrota electoral.

La pregunta plantea muchos problemas por su deliberada confusión y ambigüedad, al no abordar directamente la cuestión, como sí que se hará en Escocia donde se pedirá a la ciudadana: “¿Quiere usted que Escocia sea un Estado independiente?”

La paradoja de Condorcet

La primera interrogación (¿Quiere que Cataluña sea un Estado?) no nos dice por qué tipo de Estado se quiere: ¿ federal, confederal, libre asociado…? Unas preguntas que han desatado el ingenio cómico popular (ver el satírico El Jueves) propio de los países latinos.

Además, si la consulta llega a celebrarse habrían serios problemas en el momento de escrutar los votos para determinar cual ha sido la opción más votada y si esta tiene la mayoría suficiente para tirar adelante el proyecto. Fácilmente se podría dar la llamada paradoja de Condorcet, según la cual la opción menos votada fuera la que ganara. Así, pues, el escrutinio podría introducir todavía más confusión. Un grave problema para una consulta destinada a que el pueblo de Cataluña se pronuncie con claridad sobre una cuestión capital.

Las dos preguntas y las tres opciones que tendrían que elegir los catalanes parecen una concesión a Unión y a ICV-EUiA. En el primer caso para apaciguar las reticencias de un partido nacionalista, pero no independentista y en el segundo para evitar que las fuertes discrepancias internas sobre este tema conduzcan a la fractura de la formación ecosocialista.

Soberanía imaginaría

En cualquier caso se ha dado un paso que marca un punto de inflexión en el proceso soberanista comenzado con la manifestación de rechazo a la sentencia del Tribunal Constitucional (2010) que laminó el Estatuto del 2006.

Un proceso que está rodeando de un aire de irrealidad la política catalana. Se quiere plantear un referéndum con unas opciones confusas que, además, necesita la autorización del gobierno central cuando ya se sabe, con toda certeza, que no la dará nunca.

Un nuevo Estado, para ser considerado como tal, necesita del reconocimiento internacional, circunstancia que tampoco parece producirse, quizás obviando el caso de Israel. Un hecho especialmente importante en lo que respecta a la Unión Europea que ha manifestado en reiteradas ocasiones que la independencia unilateral de Cataluña comportaría la inmediata salida de la UE.

Tampoco, a nivel interno, el movimiento independentista concita el amplio apoyo social que reclamaría una apuesta de esta envergadura. Ni la alta burguesía, representada políticamente por PP y UDC, ni la clase trabajadora parecen ilusionadas por el proyecto secesionista, como se puede comprobar en las divisiones internas que atraviesan PSC e ICV-EUiA en torno a este tema y por el crecimiento de Ciutadans, que podría acontecer la tercera fuerza del país, ante la inoperancia de las dos formaciones de la izquierda parlamentaria catalana de impulsar un proyecto alternativo al independentismo.

Desde un punto de vista sociológico el movimiento soberanista se apoya casi de forma exclusiva en unas clases medianas, exasperadas por la dureza de la crisis económica, con contenidos netamente conservadores.

Ciertamente, la reivindicación de un importante sector de la sociedad catalana, de ser consultada sobre la cuestión nacional, exige una respuesta democrática que no puede desterrarse con el recurso a la inviolabilidad de la Constitución, las amenazas y un inmovilismo que únicamente puede incrementar la fuerza del independentismo.

Ahora bien, el procedimiento elegido no parece el más adecuado para satisfacer esta reivindicación.

La inoperancia de las izquierdas

En cualquier caso, el proyecto secesionista ha conseguido dos objetivos estratégicos. Por un lado, desplazar del centro del debate político la cuestión social y poner en segundo plano la brutal política neolliberal del gobierno de la Generalitat que está impulsando un ataque sin precedentes a las condiciones de vida y de trabajo de la clase trabajadora.

De otro, provocar la división de las fuerzas de izquierda y certificar su inoperancia para combatir las políticas económicas antisociales impulsadas desde la Generalitat y dar una respuesta alternativa al reto soberanista. La imagen de Mas flanqueado por Herrera (ICV), Mena (EUiA) y Fernández (CUP) muestra el seguidismo de la llamada izquierda transformadora y radical respecto a las clases medianas representadas por Junqueres (ERC) y Mas (CDC).

CDC, UDC, ERC, ICV, EUiA y la CUP apoyan a la pregunta y la fecha. De este modo Mas ha ganado un año o dos para mantenerse en el poder y atizar el victimismo nacionalista ante la cerrada negativa del gobierno español a permitir la consulta.

A la otro banda del Ebro, el reto soberanista está provocando el rearme ideológico y político del nacionalismo español y podría salvar los muebles al PP que, después de una legislatura desastrosa, podrá envolverse en la bandera española y presentarse como el campeón de la unidad nacional amenazada.

Dos escenarios

Ante este complejo panorama, se abren dos opciones. Primera, que la Generalitat convoque la consulta a pesar de la expresa prohibición del estado español, lo cual abriría las puertas a un conflicto de legitimidades e identidades de imprevisibles consecuencias que evoca un escenario yugoslavo.

Segunda y más probable, que ante la imposibilidad de convocar de forma legal –es decir con permiso del estado español- se disuelva el Parlamento de Cataluña y se convoquen elecciones plebiscitáries. Unos comicios que podrían coincidir con las generales españolas donde el PP podría perder el poder,  un posible escenario donde podría plantearse una reforma de la Constitución para satisfacer ni que fuera parcialmente las reivindicaciones del movimiento nacionalista catalán.

En fin, la partida se juega en un terreno complemento favorable a las derechas española y catalana en un escenario donde se exasperarán las peores pasiones nacionalistas. De forma que se creará un clima irrespirable para aquellos que, como quien subscribe estas líneas, no son nacionalistas -ni españoles, ni catalanes- ante una opinión pública polarizada e intoxicada.

Foto: Artur Mas, rodeado de representantes políticos de los partidos con quienes ha llegado al acuerdo para hacer la consulta el próximo noviembre, este jueves en el Palau de la Generalitat. Autor: Generalitat.